La Perra Blanco: ¡esta tía es un peligro!- Elcorreo.com

La Perra Blanco: ¡esta tía es un peligro!
La descarada gaditana se quitó el catarro, cantó con arrojo y tocó la guitarra con habilidad y fidelidad rockabilly en una matinal que agotó el aforo del Museo Marítimo

Pues el domingo no nos salió bien lo de intentar contarles cuatro conciertos liderados por mujeres. El de la 1.30 de la mañana, el de La Perra Blanco en el Museo Marítimo, sí lo vimos sin problemas y lo evocaremos en los últimos párrafos. A las 6 de la tarde pasamos por el Coppola, que vuelve a montar bolos gratis vespertinos los domingos, para ahí catar al menos media hora de la cantante bilbaína de jazz Jackie Revlon, pero como faltaba un cable de micrófono o algo así (se lo llevó a su casa por error Lee Perk tras su última actuación en el local), la cita arrancó con esa media hora de retraso y sólo oímos dos piezas dedicadas a Billie Holiday.

 

A las 7, calados hasta los huesos, ya estábamos en el Arriaga, donde actuaron los madrileños Morgan capitaneados por la cantante y pianista Nina de Juan. Las entradas, a 33 euros en el patio de butacas, se agotaron en la anticipada y 1116 almas atendieron a su show en sexteto (¡con tres teclados!) y a base de soul-rock americano y setentero, en inglés, insistentemente solemne y tal pulcro que es como oír un disco. El concierto duró 108 minutos para 20 piezas (sólo estuvimos hasta la 16º, ¿eh?), con una leve subida de intensidad en el bis y más conexión natural en las piezas en castellano, igual de intimistas y dolidas, en un rol en el que preferimos a la también pianista, vocalista y compositora madrileña Ele. Eso sí, el público, bastante joven (alguna pareja nunca había estado en el Arriaga) lo ovacionó todo con jolgorio juvenil. Ya saben que Morgan telonearán la próxima gira de Fito & Fitipaldis y, como dice Azpiazu, musicalmente tienen poco que ver.

No atestiguamos por entero el concierto de Nina / Morgan porque partimos al Euskalduna en tranvía para ver a India Martínez a las 8.30 horas, que había congregado a 1.200 espectadores, con las entradas de 33,20 a 48,90 euros. Debido a un problema en la alimentación eléctrica del escenario provocado por el apagón que hubo en Bilbao, el concierto empezó con más de una hora de retraso, demora en la que el respetable no fue debidamente informado. Al de 34 minutos de espera Azpiazu y el que suscribe se largaron, y el concierto por fin empezó poco después. Probablemente al terminar ya ni habría metro. Alguna gente se marchó también después de rellenar hojas de reclamaciones. Todo esto de los retrasos lo contamos para que vean como la música no es como el cine, por ejemplo, que sabes cuando empieza y acaba y puedes compaginar películas, o una película y un concierto, que es lo que nos cuadró el miércoles: ‘Spencer’ (la de Lady Di) a las 17.10 y Matt Horan a las 20 h en el Colegio de la Abogacía.

Y rebobinemos el tiempo para plantarnos a la una y media de la mañana del domingo en el auditorio del Museo Marítimo, con el aforo agotado en la anticipada, igual que Morgan, sólo que a 13 euros el ticket y con 140 espectadores (por culpa de la sexta ola del covid se redujo la capacidad el 30 %).

El trío andaluz de rockabilly eléctrico y vibrante La Perra Blanco («Somos La Perra Tengo Frío Trío y tengo ganas de volver a casa y ver el sol, pero también de tocar rock and roll», saludó) en 83 minutos se cascó 16 piezas, las últimas muy alargadas con solos, punteos y desarrollos para espolear a la predispuesta y caliente audiencia. Caliente pero sobria, pues como observó la gaditana no había barra, lo cual le dio tanta pena y que tendió una botella de bourbon para que la gente bebiera a morro, aunque sólo se echó un trago al coleto un tipo: «reparte el covid, amigo», le animó ella, ¡esta tía es un peligro! Por cierto, en el auditorio todo el mundo llevó mascarilla.

Alba y Guillermo, el contrabajista del trío (el sábado actuaron en Logroño e, ilocalizable, él y se despertó a las 10 de la mañana en una casa no sabía dónde), en la penúltima bajaron a tocar entre la peña, que les hizo corro y les disparó cien fotos. Y durante el bolo a veces discutían qué canción tocar a continuación: «Alguien nos robó la servilleta de papel donde teníamos escrito el repertorio y no hemos preparado otro. Nos gusta esto de ir improvisando», explicó la lideresa, que contó que se había calado en Logroño y se había enfriado pero que se había quitado el resfriado sudando en un auditorio que le daba mucho mal rollo, porque ahí actuó el domingo 8 de marzo de 2020, poco antes del parón, del confinamiento.

Pero vayamos a la música perruna: rock and roll auténtico y rockabilly quizá purista pero no blandengue. A toda mecha, con ella punteando su guitarra Ibanez como el primer Carlos Segarra de Los Rebeldes, estructurando rocanroles en plan Elvis y apretando la máquina rock-a-billy como los Stray Cats más briosos. Alternó instrumentales excitantes con varias versiones y con originales cuya temática solía ser explicada por la dama: que si puedes tocarme el culo en ‘You can touch my back’, que si todo lo que me divierte es malo en ‘It’s fun but it’s wrong’, su única canción de amor que es ‘Loving you’, ‘Misery’ «que trata sobre relaciones tóxicas, ¡pero en ella la tóxica no soy yo!», o la de ‘Sweet daddy lips’, «escribí esta canción cuando llamaba papi a cualquier hijo de puta», zanjó.

Y las versiones fueron bien traídas y estuvieron ejecutadas con el descaro ético y la versatilidad estética de La Perra Blanco, que introdujo la mayoría, caso de ‘Go, go, go’ de Roy Orbison, del countrybilly ‘My bucket’s got a hole in it’ atribuido a Hank Williams, o del ‘Going on down the line’ de Earl Hooker. Y en el bis seleccionó una versión no presentada, ‘Drinking wine spo-dee-o-dee’, que aunque también la revisó Jerry Lee Lewis siempre nos quedaremos con la adaptación de Crazy Cavan & The Rhythm Rockers.

Puedes ver el texto original haciendo clic en el siguiente enlace.

 

 


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